Las personas asalariadas, ni como trabajadores, ni como
individuos sociales, ni como miembros de una clase, ni como generación
–menos aún como género-, podemos prever de modo alguno cómo
evolucionarán nuestros empleos y nuestras condiciones de trabajo y vida.
La precariedad, la arbitrariedad, la inseguridad jurídica, se han
convertido en la “biblia” del empresariado y de sus gestores (los
políticos) en esta economía monetaria, donde sólo cuenta el lucro, el
beneficio privado y no las personas, lo colectivo, lo común, lo
suficiente para todos y todas.
La incertidumbre sobre el futuro, no sólo el laboral, sino el social
del individuo, aumenta las dificultades para desarrollar un
trabajo/empleo en un entorno de bienestar en salud material y psico -
social.
La “crisis – estafa” agudiza y consolida el riesgo:
Las zonas más protegidas jurídica y sindicalmente, del mundo del
trabajo, disminuyen de manera significativa en los cinco años de “crisis
– estafa”: miles y miles de trabajadores/as, de sectores industriales
sindicalizados y contractualmente protegidos, abandonan “voluntaria” o
de manera obligada, el mundo laboral.
Los trabajadores/as que quedan en las zonas reestructuradas, empeoran
“voluntariamente” sus condiciones salariales y sus condiciones de
trabajo: menos trabajadores trabajan más horas, cobran menos y
flexibilizan su tiempo de trabajo en función de la demanda, sacrificando
“voluntariamente” su conciliación con la vida social y familiar.
Estas zonas protegidas, desaparecen y son suplantadas por modelos de
relaciones laborales, donde el trabajar más tiempo (horas de trabajo),
trabajar en cualquier condición (flexibilidad interna), se convierte en
la norma y las condiciones de trabajo, así como el riesgo, se
desprotegen para instaurar la sobre explotación de las personas.
En cuanto en tanto, la salida a la crisis económica se hace sobre una
mayor precarización de las condiciones de empleo, los costes en
términos de salud son elevados y a la vez “escondidos” a la sociedad,
pues a ésta solo se le muestra que hay menos “muertos/as”.
La cadena de consecuencias, tanto por la frágil seguridad jurídica
del contrato, como por la absoluta libertad de desprenderse del mismo,
no sólo disciplina al trabajador, sino que le crea una conciencia donde
el trabajar en cualquier condición (accidentabilidad, ansiedad,
disociación, siniestralidad, agresiones a su salud mental social y
biológica), considera que lo importante es trabajar y su seguridad
física su salud, pasa al plano de la "casualidad", a ver si hay suerte y
no me toca a mí.
LA VIDA y una BUENA VIDA, en Salud y Bienestar, es un DERECHO
ESENCIAL en cualquier modelo económico y político: el daño, el riesgo
en nuestra salud es EVITABLE.
DEC&CHILL
Hace 5 años